RESUMEN

Desde, al menos, 2011 las personas migrantes centroamericanas y sus aliadas en México han realizado caravanas, en las que combinan el acompañamiento humanitario con las protestas políticas para proteger a las personas en su caminar y exigir el respeto a sus derechos en el territorio mexicano. En 2018 y 2019, este fenómeno tomó una nueva dimensión cuando miles de personas migrantes, en su mayoría hondureñas, se organizaron en caravanas que empezaron en Centroamérica por primera vez. En el presente artículo, como dos antropólogas que hemos acompañado distintas caravanas en la última década, exploramos la naturaleza de éstas como protesta política y social, que desafía los límites de los procesos migratorios. Nos enfocamos en la hípervisibilidad de la migración que reivindica los derechos de las personas migrantes, al ser la caravana no sólo una exigencia por pasar por el territorio mexicano, sino una exigencia de hacerlo con dignidad. Estigmatizada como “ingrata” por la prensa mexicana y celebrada cuando se entregó a Estados Unidos, “lady frijol” se convirtió en el símbolo de esta exigencia al rechazar comida donada. En este artículo argumentamos que la caravana de migrantes fusionó este tipo de demandas “sin disculpas” por el derecho a existir, en las que las personas se mueven a través del territorio sin pedir permiso y, al hacerlo, tienen un impacto real en el discurso público y la política. Sin embargo, también reconocemos que los impactos en el corto plazo son limitados e incluso pueden resultar negativos, ya que las personas de la caravana también enfrentan represión y criminalización, pues las deportaciones de personas migrantes centroamericanas continúan a la alza y en las fronteras se refuerza la militarización como respuesta. Aun así, frente a este contexto, las personas, principalmente hondureñas, continúan emigrando en caravanas con un orgullo desafiante.